Una luna llena hermosa vino a despedir el año. No sé que tan seguido coincidan la luna llena y el año nuevo, peor en muchas partes del mundo notaron su presencia.
Sobre Macedonia, detrás de un anuncio de neon.
Sobre las montañas de Arosa en Suiza.
Saliendo detrás de unos saguaros en Arizona, EU.
Mientras un avion cruza frente a ella en Londres.
Que lindo si todos los días los diarios mexicanos, en ausencia de notas sobre ajusticiados por el narco, se vieran forzados a publicar fotos así. Algo es algo: Que por lo menos el primer día del año ocurra ya es de agradecer.
Pero la Luna, que es muy democrática, también acá en el balconcito vino a darse su asomada, aunque mi foto es del 30, no del 31 de diciembre porque ese día estábamos come que come con la familia de Trying.
Retratar la luna es un dilema: Si la acercas puedes ver con claridad el conejo que vive en ella, pero pierdes la magia que desparraman sus rayos. Si la alejas, puedes ver esa magia claramente, pero el conejo corre a esconderse en su agujero.
No se puede tener todo en esta vida
Por cierto, ya científicos japoneses dieron con la guarida del conejo de la luna y están planeando desahuciarlo para construir casas de interés social.
Con un poco de suerte el bicho lunar podrá apegarse al programa Obama para refinanciar su hipoteca y evitar que le subasten el jacal.
El caso es que el año se fue escoltado por la luna, y después de la gran celebración, sin casi darnos cuenta se nos fue el primer sol del 2010, sumidos nosotros en la flojera mas total, pero no él, que nos regalo una majestuosa exhibición de todo su poder
Fue tan hermoso y breve que cuando nos dimos cuenta desde el balcón que seria espectacular, tuvimos que aguantarnos la pena de salir a la calle fodongos como estábamos para ir al parque de aquí junto a ver el show, porque en invierno el sol se nos esconde detrás de la pared.
¿Se alcanzan a ver ese grupo de cuervos al fondo? Los seguimos porque ellos siempre saben donde esta la diversión.
Y no son los únicos...
Nos queda aún el Día de Reyes, pero en este país republicano la monarquía no goza de muchos adeptos, así que decidimos retirar hoy las luces del balcón para oficializar el final de las fiestas.
Un balconcito sin luz. El mismo de siempre
Creyendo que lo íbamos a extrañar con su vestido de fiesta, pensamos por un minuto en dejárselo puesto indefinidamente, pero de hacerlo perdería ese sabor que hace a especiales estas fechas y terminamos guardando las series de foquitos para el año que viene. Es gracias a lo cotidiano que lo extraordinario lo es; es gracias a los días grises, a las noches sin luna, a las 49 semanas de un balcón común y corriente, que vale la pena contar ocasiones como estas.