Dormir es uno de los placeres que más disfruto. Aunque funciono perfectamente con 6 horas diarias, me encanta hacerlo las 8 que recomienda el doctor, si duermo menos de seis, no me siento bien y si me desvelo dos noches seguidas, los ojos se me cierran solos y es una pesadilla mantenerme haciendo las actividades normales. Ese lunes en Puebla dormimos 4 horas para contabilizar un total de 8 en tres noches. Supongo que la emoción de vagar conociendo cosas nuevas debe liberar algún químico que suprime en el cerebro la sensación de cansancio porque salimos a la calle cual frescas lechugas. Quien consiga aislar esa substancia y sintetizarla químicamente para su consumo comercial se hará millonario, puedo garantizarlo.
La noche anterior habíamos hecho reservaciones en un hotelito en Xalapa, así que nuestras horas en Puebla estaban contadas y debíamos aprovecharlas, por eso después de desayunar nos lanzamos al centro buscando abordar el Turibus para darle un recorrido general a la cuidad y así saber un poco mas de ella. Abordamos este camioncito disfrazado de tranvía en lugar del Turibus porque aquel iniciaba mas tarde su recorrido. No sé si el Turibus funciona igual que el D.F., donde te pones unos audífonos y vas escuchando una grabación cuyo idioma puedes seleccionar, pero en este camioncito el guía que hablaba en el altavoz hacia un estupendo trabajo, una voz tranquila, un sonido balanceado y una crónica mesurada, sin chistes bobos o ese protagonismo que le hemos escuchado a guías en otros lados (incluido Nueva York). Además muy económico, lo recomiendo ampliamente para darle un vistazo general a la ciudad.
Desde lo alto del tranvía –hay que poner cuidado con algunas ramas, por cierto- pudimos ver a la cuidad y su gente desde un punto de vista que a pie no se advierte.

En un fenómeno que hemos visto repetidamente en muchos puntos del país, en Puebla abundaban los viajeros europeos mientras escaseaban los norteamericanos. La paranoia surte efecto. Ellos se lo pierden...
La Puebla que trabaja, la de todos los días, no solo la que con nuestros ojos de turista nos hace emocionarnos con ese inexistente lugar ideal en el que seria lindo vivir. Trying habló con unos estudiantes de secundaria y les preguntó que si les gustaba vivir en Puebla, ellos dijeron que no, que su sueño era vivir en Guadalajara. Siempre el pasto del vecino parece más verde. Esta foto la tomé porque me regresó por unos instantes a la tierra, recordándome que unos días mas tarde tenia que guardar la cámara y volver al aburrido empleo de siempre.
Avísenle a mi compañero que ese arnés está mal puesto y que cuando uno usa casco debe quitarse la gorra.
Nos cruzamos muchos con grupos escolares que iban de visita a los museos –Puebla tiene montones de museos- Todos los niños se despedían de nosotros al pasar. ¡Adiós, Adiós!
El General Zaragoza nos muestra el camino hacia Xalapa mientras al fondo el Popocatepetl lanza una tímida fumarola. Ambos a su modo, como niños de segundo grado, nos dicen “¡Adiós, Adiós!”
El angelito también gusta del viaje en tranvía.
El resto de la tarde la dilapidamos recorriendo a pie las calles de esa Puebla de colores.
Este es el Edificio Presno, que alberga a la Biblioteca de Ciencias y Humanidades “José Revueltas” de la BUAP. Es un edificio impresionante por hermoso, aunque la foto no muestra que está un poco descuidado. Los empleados, a diferencia de lo que nos ocurrió en el Edificio Carolino de la Rectoría, nos permitieron el paso amablemente.
Puebla –de no existir Paris- creo que bien podría ser conocida como “La Ciudad del Amor”. No tomé foto de todas las parejitas que ví pero les aseguro que fueron muchísimas.
Y de todas las edades.
Esto que parece intento de homicidio es una escena de amor. La muchachita se apenó cuando me descubrió sacándoles foto. Si leí bien sus labios, le dijo “Ya’state quieto que nos están viendo” repuso la compostura y se alisó el uniforme. Él no, aprovechó en cambio la oportunidad para agarrarse bien de ella pretextando que se iba a caer...
Uno de los muchos museos de la ciudad. “La Casa de los Muñecos”
Y el museo Casa de los Hermanos Serdán. Los agujeros en la pared son impactos de bala de un ataque perpetrado por el gobierno porfirista en el que murieron estos no tan conocidos héroes pre-revoluciarios. Yo creo que el olvido oficial no se debe a que su papel se jugó antes de el estallido de la guerra, sino a su ideología marcadamente socialista. Una visita que no puede dejarse pendiente para otra ocasión cuando se visita Puebla.
Dejo esta foto (un click y se ve mas grande) como prueba de que, aunque actualmente vivimos más tiempo, muchas otras cosas no han cambiado en México en estos últimos 102 años...
Dejamos a Puebla dormitando aquella cálida tarde de noviembre para partir, ya Trying y yo solos, hacia Xalapa, una aventura en pos de esa sirena que había estado hipnotizando a Trying desde hace algunos meses: el canto de una jarana.
Este letrero resume perfectamente lo que sales pensando que es Puebla cuando se te agota el tiempo de visitarla.
Abajo, fuera de foco se alcanza a leer:
“Hacia La Soledad”