Dormimos sólo 4 horas porque al otro día nos íbamos –en procesión- hacia la Heroica Puebla de Zaragoza. Elegimos Puebla por su cercanía al D.F. y porque quedaba a medio camino de nuestro tercer destino, Xalapa, el principal de nuestro viaje. Yo tenia, además, una razón extra: Visité Puebla en dos ocasiones anteriores, como a los 9 años y luego en una practica de campo durante el bachillerato; de ambas visitas había olvidado casi todo, excepto dos cosas: un mercadito de artesanías cuyo recuerdo borroso he guardado con cariño y algunos detalles de su arquitectura que luce maravillosa en los entresijos de mi maltrecha memoria. Mi motivo personal para ir a Puebla era ese: averiguar porque estos recuerdos se aferraron a mí.
Para ir hasta allá tomamos un autobús. En Estados Unidos, viajar en autobús no es cosa linda, acá cuentan con una sola línea de camiones de alcance nacional, los Greyhound, con rutas limitadas, horarios reducidos, unidades bastante maltrechas sobre las que pesa, además, el estigma de que viajar en autobús es solo para los muy jodidos, a pesar de no es nada barato. En México contamos con múltiples centrales camioneras, servicios diversos que van desde económico guajolotero hasta el servicio ejecutivo que sonroja a cualquier aerolínea, y la ventaja de que se puede recorrer el país entero en autobús.
“Tome un Greyhound de Flagstaff a Las Vegas un sábado en la noche. Me habían advertido que los Greyhound estaban llenos de gente loca y adictos al crack. No vi ninguno pero aún así tengo que decir: f**k you Greyhound Buses. No sólo son un insultante monopolio dentro de una sangrienta economía de libre empresa que cobra demasiado por el boleto porque no tienen competencia, además sus autobuses son mierda, los asientos son incómodos y sus empleados están sobrexplotados y malpagados.”
La opinión de Jb me parece justa. La traduje, pero pueden leer la versión original en su estupendo blog de viajes.
Nosotros nos fuimos en uno de estos:
Nada que ver con un Greyhound y cuesta mucho menos: En dólares, el boleto a Puebla sale en 10.50, la misma distancia en EU te cuesta el triple y el el único camión te lleva, va haciendo paradas...
Excepto por los suburbios del D.F. el camino a Puebla es hermoso
La autopista tan buena que la parte sinuosa de Rio Frio ni se siente, debe ser un placer para quien le gusta conducir manejar por ahí.
Llegamos a Puebla pasado el medio día, con un clima estupendo que nos hizo arrepentirnos de cargar tanto abrigo (Nota personal: no vuelvas a confiar en The Weather Channel...). Muy pronto recordé porque la arquitectura poblana me cautivó tanto la segunda vez que fuí.
Esta es La Casa del Alfeñique, actualmente un museo que dicen esta decorado tan hermoso por dentro como por fuera (no hubo tiempo para entrar, ¡Damn it!) La leyenda dice que un joven enamorado al que su novia no pelaba la hizo porque ella le pidió como condición que le construyera “una casa de dulce” para casarse con él. Él edificó esta casa imitando unos dulces tradicionales de España, los alfeñiques, que vendrían a ser como estos:
Los alfeñiques son los papás de nuestras mexicanas calaveritas de azúcar y de las charamuscas. Este es un detalle de la casa para que juzguen el parecido.
La leyenda no dice si la chica aceptó casarse, pero si dijo que no, que poca...
El estilo barroco y el churrigueresco me encantan y no sé por que, tal vez porque contrasta con mi sosa personalidad =) Y del barroco que he visto el de la cuidad de Puebla es el que más me ha gustado por la combinación de blanco y terracota de sus fachadas. Seguro en España y otras ciudades de México o Latinoamérica hay más edificios así; quien sepa, dígame donde para agregar esos sitios a mi lista de deseos.
Junto a la Casa del Alfeñique esta el mercado de El Parián, (que según me entero es un pleonasmo porque Parián significa mercado) Este era el mercadito artesanal que vagamente recordaba.
Son cuatro pasillos de repletos de puestos de artesanías donde fácilmente puedes perderte un par de horas. Cuando mi padre nos llevaba, (ahora recuerdo que fuí más de una vez) siempre salía cargando una mugrita como botín. Puedo decir sin temor a equivocarme que ese fue uno de los sitios que Trying mas disfrutó porque le encanta curiosear y yo, como cuando tenia 9, salí feliz de la vida con un par de bolsas.
Para entonces moríamos de hambre. No hubo que caminar mucho buscando donde comer, porque nos recomendaron una fonda justo cruzando la calle. Ahí comimos enchiladas de mole:
No recuerdo si dije que moríamos de hambre...
De ahí nos lanzamos a caminar sin sentido por el centro buscando maravillas.
Una de ellas la encontramos por casualidad asomándonos a un edificio que resulto ser un museo, encontrarla fue como presagio de la siguiente parte de nuestro viaje y por eso nos sentamos a ver.
Se parece a los bailables que nos ponían en la primaria: Siempre hay unos que bailan bien bonito y otros que hasta chocan entre si =) .
Salimos de ahí buscando a tontas y locas la plaza principal, y nos topamos con la Benemérita Universidad de Puebla de Los Ángeles (BUAP). Existe una gran diferencia entre la mayoría de las Universidades Mexicanas y las Gringas: Las mexicanas tienen una visión muy obtusa en cuanto a su estrategia publica, no permiten el acceso si no eres alumno o profesor o si lo permiten es con muchas restricciones; no cuentan con una tienda, ni con un espacio de interacción entre el quehacer académico y el resto del mundo; hay pocas, muy pocas vías para que la gente de la calle se compenetre con el acontecer universitario. Las universidades gringas, en cambio invitan a que todo mundo las visite, tienen amplios espacios de libre acceso, organizan una serie de eventos a los que cualquier persona puede ir y cuentan con al menos una tienda de souvenirs que les ayuda a publicitarse y financiarse, y ofrecen un espacio especialmente diseñado para que los estudiantes realicen actividades de culturales y de recreo. Por supuesto se entiende que las gringas son escuelas privadas y cuentan con muchos más recursos, pero el asunto de la cerrazón de las universidades mexicanas no tiene que ver con su presupuesto, sino con una falta de perspectiva sobre su papel social y cultural. Todo esto viene a cuento porque tratamos de entrar al Edificio Carolino de la BUAP que alberga la Rectoría y se nos permitió asomarnos solo un poquito y de muy mala gana “nomás porque veníamos de fuera” El Edificio Carolino es una joya oculta a pesar de que la universidad depende del erario publico y debería correspondernos por derecho acceder a su riqueza; a ver cuando tengo oportunidad de visitar otra vez una universidad gringa para mostrar a lo que me refiero. Que pena.
Pero no todo salió mal, mas adelante encontramos una librería dependiente de la misma BUAP que aunque era chiquita, si tenia acceso al publico. En esta librería compramos algunos libros que luego les cuento
El resto de la tarde la pasamos en el zócalo –que finalmente encontramos-
Esta foto es especial, la saque porque reconocí el letrero al que Implicada le saco foto cuando ella hace poco viajó a Puebla y escribió dándonos tips de sitios para alojarnos. Me dio mucho gusto reconocer este letrero y saber que un poco antes ella estuvo en este mismo sitio pensando en nosotros. ¡Gracias!
Cenamos en una de las taquerías que hay alrededor de la plaza.
Una Cemita de carne al pastor. Deliciosas.
Tacos de suadero y de machitos... Ya el compañero Jesus Olague me quitó el cargo de conciencia aclarándome que los machitos son intestinos de res rellenos, y no el pene del toro como nos habían dicho. Mi preocupación no era por haber comido tacos de pene, sino porque me gustaron mucho...
Y un agua de alfalfa. La había tomado antes pero siempre colada, descubrí que así sabe más rico. Creo que no se ve muy sabrosa porque solo yo me animé a probarla.
Finalizamos el día con un brindis en un bar cercano en donde, para sorpresa de todos, hasta Trying se aventó una michelada .
Me paso lo mismo que cuando el mole: me moría de sed y no pude esperar para tomarle la fotos a esa margarita antes de que pasara a mejor vida.
Después de todo si supe porque mi cerebro de teflón se negaba a dejar perderse en olvido a Puebla: Quería que regresara porque sabía que muchos años más tarde, la apreciaría como no lo hice entonces.