"Madmoiselle Séraphine no recibe visitas"

Aquí vamos mucho más al cine de lo que confieso en el blog, porque en el blog solo hablo de las cintas que me gustaron con la intención de que no se me olviden. El resto, todas las películas que no me encantan las dejo pasar. No quiero decir que solo veo “buen cine” –con todo lo subjetivo que puede ser ese concepto- Disfruto perfectamente una película boba (la prueba es mi post sobre Zombieland) pero para venirla a anotarla aquí, debe tener algo que me haga sentir ganas de hablar de ella. En un principio planeé venir a regodearme destrozando las cintas malas, pero no lo hice. Un día leí algo en el blog de Bidan: “Mira que me prometí no postear nada con bilis o mal rollo. Si un disco no me gusta, prefiero pensar que no lo entendí, antes de denostarlo en el blog.”. Yo tampoco quiero llenar el blog de despojos, releer un día y descubrir que tengo la bodega hasta el tope de veneno, además, pienso que una manera barata y harto ruin de conseguirse “temas” para hacer interesante un blog es atizándole al que está el en suelo. Mi intención es que este espacio tenga más atractivo que solo la longitud de mi bífida lengua; por eso nunca mencioné que fuimos a ver “Because I said so” o “Angels & Demons” o “Invictus” o ayer mismo “The book of Eli”: Si no tengo nada bueno que decir, me quedo nomás con el momento de entretenimiento que pasé y dejo que el resto se me olvide.

Cuento todo esto porque fuimos a ver “Séraphine”, una producción francesa sobre la vida de Séraphine Louis, una pintora de principios de 1900. Tengo días queriendo escribir sobre ella pero no lo he hecho porque no sé que decir. Es una cinta de la que no hay que platicar, hay que verla. A veces, después de ver una película, entro a leer criticas sobre ella en diarios y sitios de cine. Cuando leía sobre Séraphine, un crítico del diario inglés “The Sun” escribió:

“Infortunadamente, el único misterio que capta la atención es averiguar si Séraphine será reconocida como verdadera artista después de su muerte.

Y para ser franco, la historia se alarga tanto que me dejó de importar.”

No sé si es a eso es a lo que vamos al cine: a que nos sorprendan. En Hollywood nos han malacostumbrado a que las películas deben tener un final inesperado. Buscando vender, las producciones gringas siempre se reservan un “misterio” final, y esta fórmula, tan desgastada a mi parecer, pocas veces funciona. O ha ocasionado que el cine se vuelva tan predeciblemente sorprendente que dejamos de fijarnos en las imágenes, en los detalles, en la historia, en pos de ese suspenso prefabricado que se parece a los “premios” dentro de las cajas de cereal, que siempre son una baratija inútil tras cuya decepción nos queda medio kilo de hojuelas insípidas que se arranciarán en la alacena. A eso sabe muchas veces Hollywood: A cereal insípido. Pero lo compramos porque viene envuelto en paquetes vistosos.

Séraphine no es una cinta de suspenso, no es una película de Hollywood. Es una tarde de sol sentados bajo la sombra de un árbol, poniéndole atención a los ruidos a nuestro alrededor, a los caminos que sigue la luz, sin que nos importe el tiempo.

Y este blog nunca será como la columna de Alex Zane en “The Sun”.