Nadie quiere venir a leer que el despertador sono a la misma hora, que el desayuno fue, basicamente, el mismo de todos los dias; que los mismos gatos se sentaron cada uno frente a su plato pidiendo la comida de costumbre y que tras obtenerla se fueron, como todos los dias, a dormir de nuevo. Que de camino al trabajo me cruce con caras conocidas yendo, supongo, como cada mañana al, mismo sitio de ayer. Que me detuve en las luces rojas a las ya les adivino el tiempo; que en el trabajo hice lo que suelo hacer y que sali a la hora de todos los dias a desandar las calles tan uniformemente como lo hice al irme.
Nadie quiere saber que he memorizado las placas de algunos de los autos estacionados en las calles donde paso. Que se la hora sin necesidad de reloj guiandome por el sonido de la puerta del garage que se abre cuando el vecino llega. Que los gatos distinguen los domingos porque son el unico dia que me levanto tarde y esperan con ansia a que lo haga, pues en domingo abro la puerta del patio de atras y saben que tendran oportunidad de bajar a husmear.
Huimos de la rutina o pretendemos huir. Abrimos blogs como este con la intencion de escribir sobre lo extraordinario que nos pasa pero decubrimos que es tan poco, que nos limitamos a publicar entradas dos o tres veces por semana si bien nos va. La rutina nos invade, nos crece como hiedra subiendo por las piernas y abrazandose a nuestro cuerpo hasta envolvernos por completo. Y con su monotono mantra terminamos convencidos que casi nada de lo que hacemos diario merece estar aqui, ser compartido o siquiera contarse. Condenamos esas horas al olvido, al obscuro sotano donde arrumbamos todo lo que no queremos que se sepa o que no nos importa.
Pero la rutina es menos terrible de lo que pensamos. Nuestro mundo gira alrededor del sol como lo ha hecho por miles de millones de años, el sol gira alrededor de el eje galactico y la galaxia gira al rededor de ve-tu-a-saber-que, pero gira, y en esta ronda cosmica no hay dezason ni pesadumbre. La vida a nuestro alrededor se mueve al son de cierto ritmo que desconocemos porque tenemos los sentidos ocupados buscando que ocurra algo fuera de lo comun mientras, sin notarlo, participamos a tientas en esta danza en la que hasta nuestra decepcion por lo repetitiva que nos parece la vida no es sino uno de nuestros pasos de baile que ejecutamos sin error. Todos danzamos y lo hacemos soprendentemente bien.
Es precisamente la rutina la que nos permite reconocer lo extraordinario, es gracias a ella que podemos ver, escuchar o leer algo que nos haga, por ejemplo, correr aqui a escribir, o filmar una pelicula, o proponerle matrimonio a eso excepcional que descubrimos entre la maraña de lo cotidiano, de lo gris.
Me voy a la cama casi siempre a la misma hora para despertar a tiempo para empezar otra vez. Quiza mañana no escriba nada, pero si eso ocurre no sera porque nada de lo pasó vale la pena como para contarse, sera porque en vez de escribir, preferi seguir bailando.
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