Todos estaban ahí y hablaban entre sí, todos parecían conocerse de hace tiempo y no me causaba sorpresa el hecho de que gente que encontré en lugares y tiempos tan distintos se conociera. Recuerdo que tenia una cita, que debía llegar a casa a ver a mi familia y por eso empecé despedirme de los compañeros de la clase de secundaria con quienes hablaba; sé que ahí estaban casi todos, pero solo recuerdo los rostros de Jesús y Héctor que eran quienes más reían. (Los recuerdo riendo quizá porque siempre fue así) Di la vuelta y me encontré de frente con Enrique Cobos. Comía una tostada. Quise saludarlo – no sé bien porque, nunca hablamos mucho, tal vez solo me dio gusto verlo- pero al acercarme se alejo un paso y con rostro descompuesto dijo: ¿No te has dado cuenta de lo mal que hueles? Me invadió una mezcla de rabia y vergüenza. Comprendí que por esa razón nadie se acercaba a despedirse o se preocupaba de que me retirase del lugar siendo yo la causa de la insólita reunión –recuerdo era yo el motivo de la celebración- Salí del lugar conteniendo el llanto. Me vi caminando en la avenida, frente a la primaria, el ambiente era festivo también, había mucha gente y puestos de fruta y comida, como en una de esas desabridas kermesses que organiza la asociación de vecinos. Nadie notó mi presencia. Yo caminaba pensando con tristeza en si tenia ganas ir a casa de mi madre, en si el recibimiento seria parecido a la actitud mostrada por todos en la fiesta -solo Enrique se atrevió a decírmelo, pero yo entendía que todos pensaban y siempre habían pensado igual- “Al menos así podré bañarme” Viré mis pasos hacia allá sintiendo pena por mi. Cuando llegue a la puerta de la escuela vi a una señora vendiendo pelotitas que tenía dispuestas sobre una manta en el piso. Me detuve. Eran de hule duro, transparentes como el cristal, por dentro tenían dibujos de colores vivos, parecían canicas enormes, brillantes y hermosas, “Baratas, llévelas!” Decía la señora de atuendo indígena. No podía dejar de verlas. “Con una de esas me sentiré mejor y así nadie notara mi mal olor” Pensé (Yo nunca pude percibir la peste, pero me como en la fiesta todos coincidían en ello, creí que el hedor debía ser real). Mientras más las miraba, mas me gustaban las pelotitas y más se me olvidaba la pena que sentía. Quise comprar una. Empecé a buscar dinero en los bolsillos de mi pantalón, pero los bolsillos eran sorprendentemente profundos, yo metía la mano y las monedas se escurrían entre mis dedos. “Debo tener una" Fije mi atencion en una con un rayo rojo que parecia moverse dentro, era una gruesa línea rojo intenso, como de sangre. Pero las monedas se iban mas al fondo, mas, mas...
"Marvelous marbles II" pintura de Karen Dupre
2 comentarios:
Es curioso, Todavia, la percepción de uno mismo, a veces, no coincide, para nada, con la que tienen los demás de ti...
No sé si lo habré entendido bien porque me has dejado con muchas incógnitas pero sobre todo con una. ¿Por qué era él el motivo de la celebración?
Me lo voy a volver a leer, a ver si es que ando todavía medio dormida, que puede ser.
Un abrazo :)
El motivo era yo.
Es de esas cosas que ocurren en los sueños que no comprendes, pero sabes. En este, aunque llegue a media fiesta, sabia que la reunion era para celebrar algo relacionado a mi (nunca supe que).
Tal vez esa es la razón de la confusión, que no advertí que se trata de un sueño.
Publicar un comentario