Los seres humanos existimos desde hace cerca de 50 mil años. Desde ese entonces, se calcula que han pisado la tierra alrededor de 107 mil millones de personas, de las cuales actualmente estamos vivas cerca de 6,700 millones. De ello se deduce que desde nuestra aparición en la Tierra, han fallecido aproximadamente 100 mil 300 millones de personas. Arthur C Clark, autor de “2001: Odisea del Espacio” describió esta situación en el prefacio de su novela diciendo que “Tras cada hombre viviente se encuentran 30 fantasmas”; aunque de 1968, año de publicación de su novela, a la fecha, la explosión demográfica se ha encargado de reducir la carga de almas en pena que cada uno de nosotros arrastra: actualmente solo nos tocan cerca de 15 espectros por cabeza.
De esta impresionante cifra de desaparecidos poco queda, la inmensa mayoría se esfumó de la faz de la Tierra sin dejar rastro. Los humanos comenzamos a llevar registro de la historia hace pocos milenios y en este registro llevamos nota de la existencia de apenas un puñado de seres humanos. Escasos son los nombres que recordamos, mínimo el numero las vidas de las que se saben detalles, del resto nada se conoce, son una nebulosa masa que se extinguió anónima, entes de los que en el mejor de los casos han dejado para la posteridad una imagen, un vestigio, algún objeto o rastro que nos deja prueba de que alguna vez alguien estuvo ahí, pero sin que sepamos de ellos nombre, pensamiento, sentir ni nada mas. La memoria de quienes no somos nadie (históricamente hablando) permanece algunos años, mientras existe quien nos recuerda, pero desaparece con ellos y termina convirtiéndose en una lapida a la que nadie visita, una foto descolorida en un polvoso álbum familiar, un nombre en un documento que languidece en algún obscuro archivero de una obscura dependencia pública. La mayoría de nosotros, los que no tendremos la fortuna de ser recogidos por la Historia, terminaremos siendo una sombra, un susurro, un algo que quizás nunca ocurrió: Estamos destinados a retirarnos de la vida sigilosos y por la puerta de atrás.
De esta impresionante cifra de desaparecidos poco queda, la inmensa mayoría se esfumó de la faz de la Tierra sin dejar rastro. Los humanos comenzamos a llevar registro de la historia hace pocos milenios y en este registro llevamos nota de la existencia de apenas un puñado de seres humanos. Escasos son los nombres que recordamos, mínimo el numero las vidas de las que se saben detalles, del resto nada se conoce, son una nebulosa masa que se extinguió anónima, entes de los que en el mejor de los casos han dejado para la posteridad una imagen, un vestigio, algún objeto o rastro que nos deja prueba de que alguna vez alguien estuvo ahí, pero sin que sepamos de ellos nombre, pensamiento, sentir ni nada mas. La memoria de quienes no somos nadie (históricamente hablando) permanece algunos años, mientras existe quien nos recuerda, pero desaparece con ellos y termina convirtiéndose en una lapida a la que nadie visita, una foto descolorida en un polvoso álbum familiar, un nombre en un documento que languidece en algún obscuro archivero de una obscura dependencia pública. La mayoría de nosotros, los que no tendremos la fortuna de ser recogidos por la Historia, terminaremos siendo una sombra, un susurro, un algo que quizás nunca ocurrió: Estamos destinados a retirarnos de la vida sigilosos y por la puerta de atrás.
Sin embargo, con el advenimiento de internet y, particularmente, con la aparición de los blogs, esto ha comenzado a cambiar: Somos, quizá, la primera generación que tiene la posibilidad de dejar no solo pistas de nuestro paso por el mundo, sino descripciones detalladas de quienes somos, como lucimos, que pensamos y sentimos. En estos sitios se pueden mostrar imágenes de todo cuanto vemos y contar lo que nos ocurre o aquello que pasa por nuestras cabezas. La gente habla aquí de sus intereses y gustos, vacía en ellos cuanto considera importante y recibe visitas y hasta comentarios de otra gente para la cual pasaría inadvertida de no ser por el blog. Si bien el blog no es mas que un diario cibernético, y los diarios escritos en papel nacieron, tal vez, con la invención de la escritura, estos no tienen ni lejanamente el alcance y duración de un blog: los diarios en papel, a menos que contengan información muy relevante, tienen casi siempre el mismo destino que su autor, el olvido, y su difusión no va mas allá de las escasas manos que pudieran encontrarlos, suponiendo además que estas tuviesen algún interés en leer. Los blogs, en cambio, están a solo un par de clicks de manos –físicamente- muy distantes. Por otro lado, la existencia de un diario es limitada por la resistencia y suerte que corra el material en que se escribió; un incendio, una inundación, un descuido o el desgaste natural pueden acabar con los recuerdos de una vida entera; los proveedores del alojamiento de los blogs, aunque no garantizan el servicio eternamente, prometen mantener en línea cualquier sitio creado a menos que el usuario decida eliminarlo. Así pues, en caso de que el usuario muriese, el blog permanecerá visible para ser visitado y leído años y, con suerte, décadas después. Esto significa que, de manternese la promesa de un alojamiento indefinido, al morir, quedara a la vista de quien desee enterarse, todo lo que hayamos decidido venir a decir sobre aquello que fuimos.
No todos gustan de estos sitios, no todo el mundo tiene la oportunidad de iniciar uno (el mundo es injusto y en él no todo mundo tiene, vaya, ni siquiera la misma oportunidad de comer) Los blogs llevan apenas una década de existencia y es muy prematuro aventurarse a predecir si se convertirán en una inmensa biblioteca del humano común, de aquellos millones de los que antes no podía saberse nada tras la muerte; sin embargo, creo que ante la posibilidad de que en ello se conviertan, debíamos ser algo mas cuidadosos con lo que incluimos en ellos. No es mi intención menospreciar lo que algunas personas tienen que decir (aunque cabe mencionar que abundan los blogs vacíos, donde lo mas interesante es el papel tapiz que se eligió y a veces ni eso), pero creo que aunque escribir implica un compromiso nosotros mismos, también creo que deberíamos reflexionar en la manera en que seremos leídos –incluso por nosotros- en 5, 10 y, por que no, 100 años.
Somos, quizá, la primera generación que tiene la oportunidad de dejar en este mundo algo mas que una vaga y casi imperceptible huella de existencia. Somos los primeros que podremos ser recordados como fuimos o al menos como quisimos que se pensara que fuimos. Debíamos, solo es una sugerencia, pensar en ello cada que vengamos a depositar algo en nuestro blog particular:
Es así como quiero que se me recuerde? Es esto lo que tengo para dar?
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