Hace un rato, una repentina y espesa niebla lo cubrió todo dejando la ciudad y, particularmente, el parque de aquí enfrente tan lúgubre como escena de una película de terror.
Es raro que la niebla nos provoque sensaciones de soledad, tristeza o miedo si básicamente son nubes a ras de suelo, es decir, cuando hay niebla andamos, literalmente, entre las nubes.
A lo mejor porque las cosas que suelen verse lindas a lo lejos no lo son tanto cuando estamos cerca, como la monedita de cobre que el sol hace brillar como si fuera de oro o el jardín del vecino que siempre parece más verde que el propio (eso último yo no puedo asegurarlo, no tengo ni jardín ni césped)
Y andaba yo, feliz, caminando entre las nubes.
Pero, por si las dudas, disparé y regrese a casa lo mas rápido que pude.
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